William Shakespeare (1564-1616), no sólo es uno de los autores más conocidos del teatro isabelino sino que es considerado uno de los autores más importantes en la historia de la humanidad.
Se entiende por teatro isabelino, al teatro
que se escribió e interpretó en Inglaterra durante el reinado de Isabel I
(Elizabeth I, reinó de 1558 a 1603), de quien toma su nombre. Muchos estudiosos
incluyen también dentro del teatro isabelino, el reinado de Jacobo I (James I,
reinó de 1603 a 1625). Ya que varios dramaturgos como William Shakespeare y Ben
Johnson comenzaron sus carreras bajo Isabel I y mantuvieron su éxito durante el
reinado de Jacobo I. Algunos críticos consideran que la era del teatro
Isabelino, termina aproximadamente con la muerte de éste Rey, visto que para
aquel entonces, la gran mayoría de los autores habían muerto. Otros extienden
esta época, hasta 1642, fecha en la que estalló la Guerra Civil Inglesa y se
prohibió la representación de obras teatrales.
Existen un cúmulo de razones históricas y
políticas que permitieron el desarrollo del teatro isabelino, alguna de ellas
son.
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Ruptura
de la corona inglesa con la iglesia católica:
Durante el reinado de Enrique VIII (Henry VIII reinó de 1509 a 1547), el
gobierno inglés rompió relaciones con el papado, medida que fue reafirmada
luego por Isabel I. A partir de entonces, la Iglesia no tuvo poder para
censurar los libros ni las obras teatrales en dicho país. Si bien Inglaterra,
estaba lejos de garantizar la libertad de expresión de la forma en la que lo
hace una democracia moderna, posiblemente fuera el país europeo que contaba con
mayores libertades al respecto.
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Desarrollo
de una teología protestante:
En la medida que
Inglaterra se alejaba del catolicismo, fue acercándose al protestantismo. Para
la tradición protestante resulta de fundamental importancia, que cada cristiano
pueda tener un acceso personal a la Biblia e interpretarla según sus intereses
y posibilidades. Por esta razón, los países protestantes, mantuvieron hasta el
siglo XIX, una mayor tasa de alfabetismo que los católicos y los ortodoxos. En
lo que refiere al teatro, Inglaterra contaba con un buen porcentaje de personas
con las habilidades básicas para formar parte de una compañía teatral.
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Predominio
de la vida urbana:
Durante toda la
Edad Media, ninguna ciudad europea había superado los pocos miles de habitantes
(siendo Roma y Constantinopla las únicas excepciones). Sin embargo, en torno al
año 1350, comienza a concentrarse población en ciertos centros comerciales. Es
en esta época que Londres se consolida como la capital inglesa y la ciudad más
poblada del país. El desarrollo de grandes centros urbanos, facilita el
surgimiento de ofertas culturales y de esparcimiento, entre ellas, el teatro.
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Incremento del comercio inglés:
Durante el gobierno de Isabel I, Inglaterra se
estableció como una potencia marítima, con colonias en América del Norte y un
fluido comercio con África y el resto de Europa. Esto generó dos importantes
consecuencias para el teatro isabelino. La primera de ella, fue un sustancial
enriquecimiento de la sociedad inglesa en general. Existiendo un significativo
número de ingleses que ya tenían sus necesidades básicas satisfechas, podían
gastar parte de su dinero en actividades recreativas como ir al teatro.
En
segundo lugar, un importante flujo comercial, tiene como consecuencia un
importante flujo comercial. Los ingleses no sólo importaron mercancías del
resto de Europa, sino también libros, especialmente importante es la influencia
que tuvo la literatura italiana, quienes por aquellos tiempos estaban re
descubriendo y traduciendo clásicos de la antigua Roma y Grecia.
El teatro isabelino no es un movimiento,
tan sólo un grupo de autores que escribieron teatro en el mismo país y en la
misma época. Justamente es debido a esta coincidencia de fecha y lugar que es
posible identificar algunas características generales a todo el teatro
isabelino.
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Teatro
de entretenimiento:
El teatro isabelino, funcionaba en grandes
rasgos de igual manera a cómo funciona hoy en día. Un grupo de actores que
ponía una obra en escena y cobraba entrada con la finalidad de ganar dinero. Al
igual que en nuestros tiempos, el público pagaba la entrada porque buscaba
entretenerse. Esta lógica teatral puede parecernos obvia para nuestra época
pero no ha sido siempre la norma de la cultura europea. En la Antigua Grecia y
en la Edad Media, el teatro era parte de
ciertas celebraciones religiosas y no tenía una finalidad comercial.
Por lógica, las obras teatrales que se
ofrecían debían resultar atractivas para la mayor cantidad de público posible.
Se apostaba a las tramas ágiles, que mantuvieran enganchados a los espectadores. En las tragedias era común que
existieran uno o dos personajes que funcionaran como comic relief, es decir un contrapunto cómico a los sucesos trágicos
que ocurrían en la obra.
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Ausencia
de mujeres en el escenario:
Socialmente estaba mal visto que las mujeres se dedicaran a la actuación. Por esta
razón todos los papeles, eran interpretados por actores varones, dándole a los
actores más jóvenes y con rasgos más delicados los papeles femeninos. Por
increíble que pueda parecernos, la primera vez que el mundo vio en escena a
“Romeo y Julieta”, era un hombre quien daba vida a Julieta.
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Ruptura
de las unidades aristotélicas:
En el siglo IV
ac, el filosofo Aristóteles, estableció que las obras teatrales debían tener
unidad de acción, de tiempo y de espacio. Lo que en líneas generales
significaba que las obras debían desarrollarse en una única locación,
transcurrir virtualmente en tiempo real y tener una única línea argumental.
Durante prácticamente mil años, la concepción aristotélica fue la norma del
teatro europeo. El teatro isabelino rompió con estas normas, utilizando saltos
en el tiempo y en el espacio, como entremezclando varias líneas argumentales en
una misma obra.
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Complejidad
psicológica:
Los dramaturgos
de esta época trataron de componer personajes psicológicamente creíbles. Lejos
de crear personajes que son exclusivamente malvados o virtuosos, preferían los
matices y la evolución interior de los mismos. Así por ejemplo, MacBeth, es al
principio de la obra uno de los súbitos más leales al Rey Duncan y un estimado
compañero de los otros nobles de Escocia. Tras su encuentro con las brujas,
comienza a gestarse la ambición por la corona. Inicialmente duda entre
satisfacer su ambición y matar al Rey o permanecer leal a él. Finalmente opta
por cometer traición y luego debe continuar con una serie de asesinatos
políticos para permanecer en el trono, manchando su mano con la sangre de
varios que consideraba sus amigos. Sin embargo, Macbeth no sea regodea en su
maldad, sino que es constantemente acosado por la culpa de sus actos. Macbeth
es a la vez el protagonista y el villano de la obra y si bien el público suele
sentir rechazo por las acciones que realiza, también siente pena por él cuando
muere.
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Uso
del patrón yámbico:
El
patrón yámbico, consiste en versos de 10 sílabas, en las cuales se va
alternando una sílaba corta y una larga, generando un ritmo muy particular que
es propio del teatro isabelino. Como en español no existe un equivalente al
patrón yámbico, se suelen traducir las obras al formato de prosa.
-Teatro dentro del teatro:
Era común en el
teatro isabelino, que las obras mantuvieran y presentaran cierta reflexión
respecto a la actividad teatral y que dentro de la propia obra se muestre
algunos personajes interpretando una obra de teatro. Está obra dentro de la
obra puede ser un elemento lateral a la trama o uno de los principales nudos de
la historia.
-Escasa importancia a la originalidad y la propiedad intelectual:
La
idea de que la originalidad es uno de los principales elementos a tener en
cuenta a la hora de valorar cualquier obra artística, surgió en el Siglo XIX.
Por lo tanto el teatro isabelino no participó de tal concepción. Los
dramaturgos no tenían el menor problema en copiar obras de otros autores,
adaptándolas a las posibilidades de su propia compañía teatral. Muchas veces reciclaban
al formato teatral leyendas populares, novelas y episodios históricos.
Como forma de acceder a un mejor
conocimiento de la era isabelina y de su teatro, recomendamos ver las siguientes
películas. Las cuales no mantienen siempre una estricta descripción de los
hechos históricos pero si logran una muy buena adaptación de la época y de sus
usos sociales.
Elizabeth
(1998) de Sherhar Kapur
Elizaabeth:
La edad de oro (2007) de Sherhar Kapur
Shakespeare
apasionado (1998) de John Madden
Anónimo
(2011) de Roland Emmerich
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